En escena

En escena

Ariadne auf Naxos es, en cierto modo, una ópera sin protagonistas claros: para entender su desarrollo y su intención nos resultan tan importantes papeles secundarios como las tres ninfas que acompañan a Ariadne en su prisión de Naxos —aquí, Núria Vilà, Sonia de Munck y Anaïs Masllorens—, el maestro de danza o el compositor —José Antonio López y el doble cast de Samantha Hankey y Paula Murrihy—, que representan las dos maneras, seria y cómica, de entender la ópera.

Pero, a la hora de la verdad, las mejores partes las escribió Richard Strauss para dos sopranos, una spinto de arrolladora potencia wagneriana —Primadonna/Ariadne— y una coloratura —Zerbinetta— que desafía la ley de la gravedad. Por eso, aun no siendo los papeles dominantes, sí son los más delicados de toda producción. Aquí contaremos con dos Ariadnes de primer nivel: la sudafricana Johanni van Oostrum, que se ha ido construyendo una gran reputación como intérprete de papeles alemanes —de Weber a Mozart—, y la diva sueca Iréne Theorin, que tras habernos deslumbrado con su Brünnhilde en el Ring wagneriano y su Turandot, ahora regresa con Strauss, uno de sus compositores predilectos. En el papel de Zerbinetta, también dos seguros de vida: la donostiarra Elena Sancho Pereg —que ganó el premio Opernwelt a la mejor joven de la temporada 2015/2016 precisamente con este rol— y la tarraconense Sara Blanch. En el papel del Tenor/Bacchus están confirmados dos cantantes en su plena madurez, lo suficientemente experimentados como para rendir al más alto nivel en un rol breve pero muy exigente: el austríaco Nikolai Schukoff y el estadounidense Brandon Jovanovich, ambos especializados en héroes wagnerianos. La dirección musical también queda en buenas manos: en la última década, Josep Pons ha bajado al foso del Liceu para dirigir, fundamentalmente, óperas wagnerianas y del repertorio tardorromántico, así como el canon de Mozart. Es lógico, pues, que haga también suya la síntesis entre esas dos tradiciones austrogermánicas que Strauss buscó en Ariadne, tan necesitadas de detallismo y atención tanto en los pasajes de fuerza como en los más líricos.