Playlist

Momentos musicales clave. 'Die Zauberflöte'

Acto I, Papageno

«Der Vogelfänger bin ich ja»

Con esta aria se presenta Papageno, un cazador de pájaros para la Reina de la Noche. Papageno es un hombre simple que tiene una sola aspiración en la vida: encontrar a la compañera adecuada, ser feliz en el matrimonio y tener hijos. A pesar de la importancia de este tema en la ópera –que también expresa la princesa Pamina–, Papageno es un personaje cómico que no se caracteriza por su perfil trascendente. El aria está armada sobre una melodía contagiosa que le ha otorgado una inmensa fama: es el momento favorito de la ópera para muchos aficionados –al menos el más simpático–, y el que facilita la entrada en La flauta mágica al público infantil.

Acto I, Papageno, Pamina

«Bei Männern, welche Liebe fühlen»

Cuando Papageno entra en el palacio de Sarastro, se encuentra con Pamina, que justo acaba de huir del perverso Monostatos, un infiltrado de la Reina de la Noche que siente una fuerte atracción por la joven. Papageno y Pamina hablan, y el pajarero le comunica que pronto vendrá el príncipe Tamino a salvarla. Ambos coinciden en la necesidad del amor conyugal, y lo hacen cantando un dueto de una belleza serena y profunda. La flauta mágica nos cautiva gracias a los números individuales pirotécnicos, pero el propio Mozart explicó en una carta dirigida a su mujer Costance el 8 de octubre de 1791, que el dueto de ‘Hombre y Mujer’ se repitió aquella noche en el teatro por la insistencia del público.

Acto II, la Reina de la Noche

«Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen»

Tamino progresa en su viaje hacia la iluminación, descubre que la Reina de la Noche es una malvada y se pone de parte de Sarastro, que es la encarnación del bien y la razón. La Reina, humillada, llega hasta su hija Pamina y le ordena, extendiéndole un puñal, que asesine a Sarastro. La segunda aria de la Reina es mucho más espectacular que la primera que canta en el Acto I, un juego de coloraturas que alcanza una altura estratosférica, un Fa dos octavas por encima de la escala central, lo que la convierte en una de las piezas más difíciles del repertorio para soprano. Si se canta bien, el teatro se hunde.