Playlist

Momentos musicales clave 'Les contes d'Hoffmann'

En esta obra inacabada del compositor, Offenbach crea un mundo con sus propias reglas. 

Prólogo, Hoffmann, coro

«Il était une fois à la cour d’Eisenach»

Al principio de la ópera, en la taberna de Luther, mientras espera a su amada Stella, Hoffmann ensaya un breve cuento para un grupo de estudiantes que lo acompaña: es la historia de un malvado enano llamado Kleinzach, un aria con acompañamiento del coro en la que el tenor debe aunar tensión dramática, capacidad para llegar a las notas altas y emitirlas con fuerza, además de revestir toda la escena de un efecto dramático, ya que al fin y al cabo se trata de una historia de terror.

 

Acto I, Olympia

«Les oiseaux dans la charmille»

El aria de Olympia –que se interrumpe dos veces, pues como sabremos después la chica es una muñeca mecánica que obliga a darle cuerda para no detenerse– es la más espectacular de toda la ópera, un ejercicio de coloratura de un nivel máximo de dificultad que compite con piezas incuestionables del repertorio, como la de la Reina de la Noche en La flauta mágica de Mozart. Si la soprano culmina dicha proeza con éxito, el delirio en el teatro está garantizado.

 

Acto II, Antonia, Hoffmann

«C’est une chanson d’amour»

Antonia lleva tiempo sin ver a Hoffmann y cuando se reencuentran en la casa donde ella se encuentra recluida –y donde su padre le prohíbe cantar–, ambos se reprochan el olvido y reafirman su amor en un dúo de nueve minutos que supone una especie de resumen de todas las fases de una relación en crisis: los reproches, las dudas, la atracción renovada y un final que roza el éxtasis, y en el que las voces del tenor y la soprano se compenetran en una dulzura lírica encantadora.

 

Acto III, Giulietta, Nicklausse

«Belle nuit, ô nuit d’amour»

La famosa barcarola de la ópera –el momento más célebre y también una de las melodías más reconocibles de todos los tiempos– está tomada en realidad de una pieza anterior de Offenbach, Die Rheinnixen, cantada en alemán. Se trata de una tonada deliciosa, a medio camino entre el tempo de vals y el efecto sosegador de una nana, que cantan Giulietta (soprano) y Nicklausse (mezzo) mientras celebran la vida feliz en un palacio veneciano. Una bocanada de aire fresco, de encanto, antes que irrumpa el drama.