El elenco, liderado por el tenor Nikolai Schukoff y la soprano Elena Pankratova, reúne un espectacular conjunto de voces wagnerianas, óptimas para un Parsifal en plenitud.
Acto I. Preludio
En los más de diez minutos del Preludio está resumida toda la esencia musical de Parsifal: Wagner expone, uno a uno y con claridad, todos los leitmotivs que van a sostener argumental y emocionalmente el peso de la ópera, y lo hace de una manera superior en comparación con Götterdammerung, su anterior gran composición con esta técnica. El primer motivo es el de la Redención, que Wagner formula en dos versiones complementarias, para dar paso acto seguido, tras un silencio profundo y una entrada triunfal de los instrumentos de viento, al motivo del Grial, seguido del motivo de la Fe.
Acto I. Música de transformación
Cuando el caballero Gurnemanz intuye que Parsifal podría ser el elegido que salvará a la orden, le concede permiso para entrar al castillo y asistir a la consagración del Grial. Monsalvat, sin embargo, es un lugar mágico –“aquí el tiempo se convierte en espacio”, indica Gurnemanz–, y la realidad se transforma para que los personajes accedan a un plano espiritual diferente. Entonces suena un pasaje, la música de Transformación –o Verwandlungsmusik– que interrumpe la larga cadena de leitmotivs con nuevas células melódicas. A continuación, se revelará el poder mágico y perverso del Grial.
Acto II. Coro de las Muchachas Flor
Cuando Parsifal llega al castillo de Klingsor, debe enfrentarse a varias pruebas, una de fuerza –derrotar a sus guardianes– y otra de resistencia a la tentación, que tendrá su punto culminante en su dueto con Kundry. Antes, Parsifal se encuentra con un coro de Muchachas Flor –todas sopranos, con seis voces principales– que intentarán desviarle de su misión con un ofrecimiento sexual. No llega a ser una escena de ballet, pero sí es otra ruptura en el encadenamiento de leitmotivs que expande la riqueza musical de la ópera y ofrece, también, unos minutos de música menos grave y sin duda magistral.