Sobre la obra

Sufrimiento y éxtasis: una ópera sobre la redención

Parsifal fue la última ópera compuesta por Wagner y la más religiosa de su carrera, ya que su tema principal es la redención plena tras una vida de errores y pecados. Inspirado en el mito del Grial según diferentes fuentes medievales, Wagner creó un auténtico festival sagrado y amplió el alcance de la historia añadiendo una capa de espiritualidad oriental a las muy evidentes referencias cristianas.

Parsifal, estrenada en el festival de Bayreuth de 1882, fue la última ópera en la que trabajó Wagner y, en muchos aspectos, puede considerarse como la obra definitiva de su carrera, la más completa y elevada de un ambicioso proyecto musical, intelectual y espiritual. Wagner empezó a trabajar en Parsifal hacia 1857, cuando estaba exiliado en Suiza, y como otros títulos de su repertorio –Tannhäuser, Lohengrin, Tristan und Isolde, el ciclo del Anillo– tiene su origen en un relato medieval, en este caso el de la búsqueda del Grial, la principal reliquia mágica de la cristiandad, y que él había conocido principalmente a través de una fuente germánica, el poema Parzival del siglo XIII escrito por Wolfram von Eschenbach. Parzival es una obra tardía del ciclo literario del Rey Arturo, y sus temas y personajes habían aparecido previamente en el más famoso Cuento del Grial, el poema narrativo de Chrétien de Troyes de finales del siglo XII.

En esas obras, como en el Parsifal de Wagner, se aborda la historia de una comunidad de caballeros comprometidos con la custodia del Grial, un cáliz en el que, según cuenta la leyenda, se conserva la sangre que manó del cuerpo de Jesucristo al ser herido por la lanza del soldado romano Longinos cuando sufría en la cruz. La lanza y el Grial son dos objetos complementarios que juntos tienen un poder benefactor, pero en Parsifal están separados y su poder es entonces siniestro. La causa de la separación está en el pecado: Amfortas, el hijo del rey Titurel, custodio de las reliquias en el castillo de Monsalvat –que algunas leyendas sitúan en la montaña de Montserrat–, sucumbió a la tentación de Kundry, una mujer de pasado misterioso; la alegoría principal indica que ella simboliza al pueblo judío, que se rio de Jesucristo en la cruz y por eso sufre una maldición. Kundry está al servicio de Klingsor, un caballero del Grial expulsado de la orden por sus pensamientos impuros; gracias al engaño, Klingsor consiguió la lanza y dañar a Amfortas con una herida incurable. Sólo la consagración del Grial puede mantener a Amfortas con vida, así como al resto de sus caballeros. El destino de la lanza y el Grial es volver a estar juntos: sólo así podrá Amfortas curarse de su herida y Kundry liberarse de su maldición. Pero hace falta que sea un caballero puro, que no haya conocido el pecado, el que resuelva el problema. Ese será Parsifal, que tras varias pruebas y tentaciones, finalmente conseguirá liberar a todos los personajes de sus torturas: a través de él llegará la redención, el perdón y un nuevo comienzo.

Parsifal es una ópera profundamente espiritual: Wagner la estrenó durante la Semana Santa, no la identificó como una ópera sino como un festival de consagración escénica, e incluye hasta dos largas ceremonias rituales en su desarrollo. Sin embargo, hay dudas sobre las intenciones reales de Wagner: ¿se había vuelto un ferviente creyente cristiano? Para el filósofo Friedrich Nietzsche, esa posibilidad fue motivo suficiente para romper su amistad con Wagner. Pero otra lectura acerca Parsifal a la filosofía oriental: la purificación del pecado lleva a una vida superior más iluminada, es un paso hacia el nirvana. Wagner, de hecho, se había sentido atraído hacia el budismo a través de Schopenhauer. Otra lectura, mucho más intrincada, le atribuiría al propio Wagner un poder divino: la redención propuesta sería la de la humanidad a través del arte total, representado en el escenario sagrado del teatro.

Más allá de estas lecturas, el aspecto principal de Parsifal es su enorme poder conmovedor: su largo viaje de cuatro horas es un camino de perfección del sufrimiento al éxtasis, un ritual de purificación que plantea cuestiones profundas sobre la vida y el espíritu, la moral y el intelecto, y que deja una profunda huella –o mejor sería decir una herida– en nuestra experiencia. No sólo es una de las grandes óperas de Wagner; es una de las grandes obras de la fuerza creativa del ser humano.