Sobre la obra

Contra la aristocracia: la plenitud de la ópera veneciana

L’incoronazione es una radiografía de la abyección, una ópera en la que el mal vence al bien, sin que medie ninguna lectura moralizante ni ningún heroísmo elevado.

A lo largo de su vida, Claudio Monteverdi compuso al menos diez óperas, de las cuales han sobrevivido, de manera más o menos íntegra –es decir, conservamos el libreto y una buena porción de la partitura–, un total de tres. L’incoronazione di Poppea fue la última, se estrenó en 1642 cuando Monteverdi tenía 75 años, y es una muestra excelente de la corriente más renovadora que se dio en el drama musical a mediados del siglo XVII, la de la ópera civil en Venecia. La ópera como tal había nacido un poco antes de 1600 en Florencia, y poco tiempo después Monteverdi ya había firmado para la corte de Mantua la que se considera como la primera obra significativa de este género singular, La favola d’Orfeo, en 1607. Por entonces, la ópera era un entretenimiento para la aristocracia que tenía su espacio en los salones de los palacios más ricos de Italia, pero en 1637 se produjo un gran cambio: la ópera se afianzó en Venecia –donde Monteverdi trabajaba desde hacía años como maestro de música de la basílica de San Marcos–, y lo hizo como un espectáculo abierto a todo el mundo: iniciativa privada y sometida al gusto del público, lo que mandaba era la taquilla. Venecia era por entonces una rica república comerciante que acogía a visitantes de toda Europa, y la licenciosa temporada de Carnaval era el gran acontecimiento lúdico del año. Era en ese tiempo cuando los primeros teatros abrían sus puertas y presentaban las nuevas obras, y en cierto modo estaban en sintonía con los valores políticos venecianos.

L’incoronazione di Poppea fue la primera ópera inspirada en un episodio histórico, y no en una leyenda mitológica, y trata, a partir de textos clásicos de Tácito y Suetonio, de un episodio de avaricia e inmoralidad en la Roma imperial: los esfuerzos de la cortesana Poppea –esposa por entonces del general Ottone– para que el emperador Nerone se case con ella y así ascender al trono como emperatriz. Poppea es la nueva amante de Nerone y sus maquinaciones para conseguir su objetivo no tienen piedad con nadie: manipula al emperador para que repudie a su legítima mujer, Ottavia, busca la manera de matar al consejero Seneca, que cree que el emperador se está comportando de manera temeraria, y consigue que Ottone sea desterrado. Una vez Poppea se quita de en medio a todos sus rivales, la recompensa cae como fruta madura: Nerone, que siempre se ha guiado por la lujuria, finalmente aceptará a Poppea y ella será emperatriz. Como se suele decir, el fin ha justificado los medios, y una lectura literal del argumento nos explica que el mejor camino para alcanzar un objetivo es el del atropello, la traición y el uso del capital sexual. En definitiva, esta es una ópera en la que el mal vence, no hay ninguna lectura moralizante, ningún heroísmo elevado.

Sin embargo, hay una lectura más profunda en L’incoronazione. El libretista de la ópera fue Giovanni Busenello, un abogado veneciano con aficiones poéticas que pertenecía a un círculo literario llamado Accademia degli Incogniti. Los Incogniti eran intelectuales con un sistema de valores republicanos que percibían la aristocracia como la peor forma de gobierno, y en la ópera, en cierto modo, se percibe este punto de vista, pues lejos de ser una glorificación del mal, usa las técnicas de la tragedia griega –explicar una situación con la mayor crueldad posible– para que el público observe las consecuencias de un comportamiento inmoral y un mal gobierno. Seguramente, la intención de Busenello y Monteverdi era la de generar rechazo en el público hacia la lujuria y la insensatez de Nerone –¿qué ocurre cuando un líder político sólo se ocupa de su placer?– y la ambición arrasadora de Poppea. Y todo ello con el acompañamiento de una música que se cuenta entre las más bellas de todo el settecento operístico, sin duda la mejor obra conservada del primer medio siglo de la ópera.