Sobre la obra

Maria Callas, la carne, el mito y la eternidad

Fascinada por Maria Callas desde su adolescencia, Marina Abramović explora la gran profundidad de la mítica cantante de ópera con una aproximación a sus anhelos y sus miedos en una obra que funde los sueños con la realidad, y que integra varios lenguajes escénicos majestuosos: la ópera, la performance y la instalación multimedia.

Marina Abramović descubrió a Maria Callas cuando era niña y vivía en la antigua Yugoslavia. Un día, mientras estaba en la cocina de la casa familiar, escuchó una voz por la radio que le atrapó con una fuerza de seducción incontrolable. La voz era la de Maria Callas, lógicamente, y desde ese momento el nombre de la gran diva de la ópera de los años cincuenta —y de todo el siglo xx, por extensión— se le quedó grabado a fuego a la que, más tarde, se convertiría en una de las practicantes de performance más vigorosas de nuestro tiempo. Marina Abramović sintió el flechazo de la ópera, pero ese amor no se tradujo en una carrera musical. Sin embargo, la artista serbia ha tenido, a lo largo de su trayectoria, varias interacciones con el lenguaje operístico: ha dirigido producciones de títulos contemporáneos en teatros de prestigio —en 2018, por ejemplo, se encargó de una Pelléas et Mélisande que conmemoraba el centenario de la muerte de Debussy para Opera Vlaanderen, el consorcio de teatros de la región belga de Flandes—, y durante mucho tiempo tuvo proyectos que giraban alrededor de la muerte y el canto lírico.

Uno de los más significativos nació a finales de los años ochenta: Abramović quiso crear una instalación que integrara imágenes de los mineros del norte de Brasil con arias de ópera, bajo el hilo conductor de la presencia de la muerte. Ese proyecto nunca se desarrolló, pero fue creando una necesidad en la artista. Años después también pensó en otra pieza de videoarte sobre el sacrificio, un proyecto que también quedó aparcado. Pero pasó el tiempo y finalmente 7 Deaths of Maria Callas cristalizó de manera absoluta gracias a dos trabajos importantes en su carrera: el primero, la obra The life and death of Marina Abramović, una producción escénica de Robert Wilson sobre la vida de la artista, que contaba con la participación del actor Willem Dafoe; el segundo, el encargo que recibió de la ópera de Múnich para dirigir una producción de El castillo de Barbazul, de Béla Bartók. Abramović rechazó esa propuesta, pero a cambio ofreció esta nueva obra que, desde su estreno en el 2020, no ha dejado de ir de gira por toda Europa.

7 Deaths of Maria Callas relata la muerte de Maria Callas, el 17 de septiembre de 1977, el día en el que pasó de ser la cantante más admirada del siglo para convertirse en un mito inmortal. En aquel momento, Callas había abandonado toda esperanza de ser feliz: incapaz de recuperar a su gran amor, Aristóteles Onassis —por entonces el hombre más rico del mundo—, se recluyó en su apartamento y se hundió en una profunda crisis depresiva de la que no pudo salir. Ningún intento para que volviera a la ópera fructificó: como muchas de las heroínas que encarnó en la ópera —Tosca, Norma, Violetta Válery, Carmen— eligió la muerte, que llegó mediante una sobredosis. En esta producción, la muerte y todos los espacios limítrofes están plenamente representados: comienza con un sueño —Marina Abramović, en una cama, imagina escenas de sacrificio materializadas en piezas de vídeo en las que le acompaña el actor Willem Dafoe—, continúa con un abandono del mundo, cuando Abramović se levanta de la cama y representa a Callas en su día final, y termina con la consagración de la leyenda, que pasa a ser eterna.

La propuesta, concebida por la propia Abramović en colaboración con el escritor Petter Skavlan, busca acercar todo tipo de lenguajes escénicos al espacio del teatro de ópera —técnicamente, la obra es una mezcla de instalación multimedia y performance—, pero sin descuidar el lenguaje genuino de la ópera, fundamentado en la narración y el canto. La música nueva, compuesta por Marko Nikodijević, no interferirá con las arias de ópera, y a la vez creará una atmósfera entre onírica y siniestra que nos transportará por las emociones de la obra: quietud, expectativa, soledad, muerte y reanimación. Un espectáculo imponente, nuevo y con innumerables capas de significado. Quizá no sea la ópera del futuro, pero sin duda sí nos muestra un futuro para la ópera.