Sobre la producción

Narciso en Roma: una crítica a la vanidad humana

La última ópera de Monteverdi recupera un episodio histórico de la antigua Roma para tratar sobre la podredumbre moral del ser humano cuando aspira a obtener el poder. Calixto Bieito dirige una producción en la que los personajes nos mostrarán lo peor de su mundo interior: el narcisismo, la vanidad, la lujuria y la adicción a la mentira.

La clave para comprender la enorme dimensión inmoral que tiene L’incoronazione la podemos encontrar con claridad en el comienzo y el final de la ópera, dos partes sutilmente conectadas por un mismo hilo argumental. En el prólogo de la obra, las diosas Virtù y Fortuna entablan una polémica al respecto de su influencia en las personas; cada una de ellas se atribuye una importancia absoluta. Pero entonces llega el dios Amore, que zanja el debate argumentando que la pulsión erótica es el motor del mundo y se propone demostrarlo. Al final de la ópera, Amore tiene razón: Nerone y Poppea celebran su matrimonio después de alimentar vorazmente una lascivia incontenible, ella para obtener la corona imperial y él utilizando su poder para saciar su concupiscencia sin mesura. Por tanto, Amore, que aquí equivale al sexo, es más importante que la suerte o la rectitud moral: si dejamos todo en manos del azar o de la recompensa por las buenas acciones el resultado será el fracaso. Sólo la voluntad de poder –usando un concepto posterior de Nietzsche– permite, efectivamente, consumar todos los deseos.

Sin embargo, hay otra variedad de Amor tan poderosa –y peligrosa– como el impulso sexual, y es la que Calixto Bieito introduce en esta celebrada producción, que se estrenó en la Ópera de Zúrich en 2018 y que no ha dejado de fascinar desde entonces. Ese Amor es el amor hacia uno mismo, es decir, la autoestima, el narcisismo. Todos los personajes de la ópera, incluso los que parecen virtuosos, se dejan llevar no sólo por el deseo, sino también por el ego: Ottavia cree que es la virtud personificada y esa fe en la justicia es la que le lleva a menospreciar la capacidad de reacción de una bestia como Nerone, y un destino parecido le espera al racional Seneca, obligado a cometer suicidio por cuestionar las pulsiones incontrolables del emperador. La soberbia, que es otra forma de narcisismo, choca contra la egolatría, y en esta obra nadie se escapa de rendir culto a su personalidad viciada.

Este es el punto de partida que toma Calixto Bieito para su producción: todos los personajes nos ofrecen dos caras, una pública y otra privada. La pública la determina una apariencia moderada, pero es en la expresión privada, cuando nadie mira, donde encontramos la verdad y la podredumbre moral de cada cual. Para mostrar este narcisismo, el escenario estará dispuesto como un óvalo diseñado por la escenógrafa Rebecca Ringst por el que se mueven los personajes –la orquesta, gracias a las pequeñas dimensiones de los ensembles barrocos, cabe en el centro–, pero tanto el fondo del escenario como los laterales, los palcos de proscenio, estarán ocupados por más de una decena de pantallas en las que los propios cantantes aparecen mostrando sus pensamientos y deseos inconfesables. Esto implica una ambiciosa preproducción –se debe grabar y editar todo antes del estreno, de ello se encarga la videoartista Sarah Derendinger–, pero el esfuerzo merece la pena, ya que Bieito consigue que podamos entrar en la intimidad de esos pensamientos y esos deseos, para así anticipar sus acciones. La mirada del espectador, pues, debe moverse más que nunca, pues sólo se comprenderá la dimensión total de una actuación al sumar la parte escénica con la réplica en pantalla.

Hablando del público, esta producción tiene otra característica especial, que es la disponibilidad de asientos en una Grada Premium que permitirá seguir la ópera en el mismo escenario, a escasos centímetros de los músicos y los cantantes. Ya que la producción de Bieito pasa por exponer el contraste entre el fondo inmoral y la superficie vanidosa de los personajes, no hay nada mejor para apreciarlo que verlo muy de cerca. De este modo, la Grada Premium es una posibilidad de estar en la ópera en una situación privilegiada, y disfrutar de la experiencia desde un punto de vista insólito, lo más dentro posible de la ópera. Porque… ¿no es acaso adquirir una de estas entradas una forma de compartir nuestra vanidad, nuestro deseo de ser vistos?

Más allá de eso, la idea de Calixto Bieito permite algo muy importante: extraer toda la riqueza dramática de la ópera y dar la opción a los cantantes de mostrarse con la expresividad compleja que exigen la música y el libreto. La primera ópera barroca, la del periodo del settecento –la inmediatamente anterior a la explosión de la ópera seria de compositores como Händel–, tenía una estética musical muy diferente a la que se impondría tiempo más tarde, cuando el centro del desarrollo argumental fueran la alternancia entre recitativos casi secos y arias da capo. Monteverdi proponía un lenguaje menos cantado y más recitado, pero bien conjuntado en la confluencia entre actuación y voz: los cantantes no tenían tantos números líricos, pero debían recitar sus partes con un afecto sublime y acompañar su voz con una gestualidad y una expresión a la altura de la calidad literaria del libreto.

En aquel tiempo todavía se sentía cercana la influencia que inspiró el nacimiento de la ópera, la tragedia griega clásica, y L’incoronazione es posiblemente la última gran obra de aquel periodo primitivo que nos resulta lejano en apariencia, pero que sigue hablándonos de los mismos temas que nos preocupan: la corrupción en el poder, el sexo como motor de la vida, la fuerza del mal y la dificultad para controlarlo. La producción que ahora llega al Liceu aborda todos esos temas acercando el lenguaje barroco a la sensibilidad actual, donde la tecnología nos ayuda a canalizar las mismas pulsiones y a asimilarlas como si fueran nuevas. En algún momento tenía que incorporarse la estética de las redes sociales a la ópera, y ese momento ha llegado con esta valiente coronación de Poppea, convertida en emperatriz, pero también en reina del selfie e influencer de Instagram.