Sobre la obra

El alma del hombre bajo el capitalismo: una tragedia del siglo XX

Escrita para tres voces y orquesta de cámara, Orgia tiende puentes entre la ópera expresionista del siglo XX y las últimas vanguardias, con algunas citas barrocas.

Entre los años 1965 y 1966, Pier Paolo Pasolini diversificó su caudalosa producción artística –que le había ocupado en la poesía, la narrativa, el guion cinematográfico y la dirección de películas–, y decidió empezar a escribir también teatro. Según le explicó al crítico Jean Duflot, que le hizo una apasionante serie de entrevistas publicadas en libro, Pasolini había padecido en ese tiempo una úlcera estomacal y durante la convalecencia leyó ávidamente los Diálogos de Platón, lo que despertó en él la necesidad de abordar los problemas de su tiempo en un formato conversacional. Así fue como inició su serie de siete tragedias, su única incursión en el teatro, entre las cuales se encuentra Orgia. Pasolini practicaba lo que se conoce como un teatro de ideas: en sus obras, herederas de la truculencia de la tragedia griega, no se explica exactamente una historia, sino que los personajes y la situación planteada son una vía para abordar cuestiones graves que atañen a la moral, a la sociedad y a la cultura de su tiempo.

Orgia es una obra en la que participan tres personajes: un matrimonio y una prostituta. El Hombre y la Mujer llevan tiempo casados, pero su relación es una desgracia absoluta: él se siente oprimido por una sociedad uniformadora que le obliga a mantener en secreto su verdadera condición –es homosexual–, y ella añora un tiempo pasado más sencillo y feliz en el que el alma humana aún no estaba oprimida por la velocidad y la deshumanización del sistema capitalista, que convierte a las personas en esclavos de lo superfluo. La única manera que tienen de sobrellevar su relación es por medio de un rito sadomasoquista en el que ambos alivian sus frustraciones con el dolor: él agrede a la mujer, y la mujer se deja golpear voluntariamente, a modo de expiación de su sentimiento de culpa. Finalmente, ambos elegirán la muerte: él al reconocer que es distinto por no tener cabida la homosexualidad en la sociedad de su tiempo, y ella al no poder regresar a una edad de oro del pasado. La mujer, imitando la acción de la Medea de Eurípides, matará también a los dos hijos del matrimonio, y él se ahorcará en el salón, tras contratar a una prostituta e intentar prolongar con ella su ritual masoquista.

Orgia es una pieza en gran medida autobiográfica: Pasolini consideraba que el fascismo no había desaparecido en la Italia de la posguerra –el fascismo entendido como un sistema que premiaba la uniformización de la sociedad y penalizaba la libertad individual–, y hasta su asesinato en 1975 vivió angustiado por el malestar que conllevaba el auge del materialismo y por su orientación homosexual. Y, como en la tragedia griega, planteaba las ideas de la manera más cruda y violenta, buscando un final que provocara una catarsis en el público: una reflexión profunda sobre cuestiones graves por medio del impacto emocional.

Impacto que también sintió, a principios de 2010, el compositor barcelonés Hèctor Parra, al leer Orgia durante sus años de estudio en el instituto IRCAM de París: ahí descubrió la semilla de una ópera potencial –con personajes bien definidos, situaciones extremas y diálogos precisos en su crudeza–, aunque tardó más de diez años en poder abordar el trabajo. Parra es autor de siete óperas, y antes de Orgia había colaborado en dos piezas –Wilde (2015) y Les bienveillantes (2019)– con el director de escena Calixto Bieito. Finalmente, y por encargo del festival de Peralada, y con la ayuda del teatro Arriaga de Bilbao y el Gran Teatre del Liceu, pudo regresar a la idea de Orgia, convertida ahora en una pieza de alta intensidad dramática, que respeta la mayor parte del texto de Pasolini, y con una partitura disonante cercana en estilo al expresionismo de principios del siglo XX, con matices estéticos derivados del espectralismo, y que busca en el público la reacción deseada por los trágicos griegos y el propio Pasolini: una conmoción intensa a partir de la exposición en bruto de ideas y emociones en los límites de lo convencional.