Playlist

Momentos musicales clave de 'La traviata'

Acto I, Violetta Valéry, Alfredo Germont, coro

«Libiamo ne’ lieti calici»

La ópera tiene un arranque claramente hedonista. Violetta propone, durante la fiesta que celebra en su salón, un brindis en honor de la vida y los placeres, y todos sus invitados se suman a la orgía. Es una de las piezas más populares de todo el repertorio operístico, con una irresistible línea melódica que bordea la tesitura aguda y un vigoroso coro de apoyo que ayuda a dar cuerpo a la parte más lujuriosa y vital de La traviata.

 

Acto I, Violetta Valéry

«È estrano! ... Ah, fors’ è lui»

En la famosa escena que culmina el primer acto, Violetta empieza a tener dudas. ¿Debe abandonarse a los placeres mundanos de París, una ciudad en la que en el fondo se siente sola y vacía, o rendirse al amor y empezar de nuevo en plenitud? La secuencia de recitativo, aria y cabaletta es de las más complejas, virtuosas y estimulantes de todas las escritas para soprano, el momento en el que nuestra prima donna se lo juega todo.

 

Acto II, Giorgio Germont

«Pura siccome un angelo, Iddio mi diè una figlia»

El diálogo completo entre Violetta y Giorgio, el padre de Alfredo, es un momento central en la ópera, aunque es esta aria –melancólica y por momentos doliente– la que concentra las emociones más poderosas y la composición más lograda. Giorgio intenta convencer a Violetta de que rompa su relación con su hijo, un reflejo de los dilemas morales –sobre el honor y la decencia– más conflictivos de la época.

 

Acto III. Violetta Valéry

«Addio, del passato bei sogni ridenti»

Cuando la enfermedad de Violetta es incurable y sabe que no le queda ya más tiempo de vida, la protagonista se despide del mundo con una de las arias más frágiles y delicadas jamás escritas. Momento de máxima dificultad por su lirismo casi transparente y su mensaje a flor de piel, es también un manifiesto moral implacable: aunque su precio sea la muerte, el amor es la única fuerza que lo vence todo y que merece nuestra búsqueda.