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Una Cenicienta sin transformaciones mágicas

El cuento original de Perrault abundaba en magia –los zapatos de cristal, la calabaza transformada en carroza–, pero ese toque sobrenatural no existe en La cenerentola: es una ópera de un tiempo ilustrado que rechaza la superstición. Sin embargo, Jacopo Ferretti presentó un libreto bien articulado, con muchos giros humorísticos, que sirvió de base para que Rossini compusiera una de sus óperas cómicas más brillantes y queridas. Tras un estreno tibio, conquistó el mundo.

Uno de los aspectos que más sorprenden cuando nos acercamos a La cenerentola por primera vez es la gran diferencia que hay entre el argumento de la ópera y el cuento clásico de Perrault. En el cuento, como sabemos, la magia es central: el hada madrina transforma a la protagonista en una joven elegante con unos preciosos zapatos de cristal, y convierte una calabaza en carroza y a unos ratones en pajes. Pero en esta ópera no hay apenas nada de eso –ni tan siquiera los zapatos, sustituidos por unos brazaletes–, lo que significa que lo que queda, más que una historia fantástica, es una comedia de enredo con un cierto tono agridulce –de ahí que el libretista, Jacopo Ferreti, optara por describirla como melodramma giocoso–, y que se acercara al cuento de Perrault desde una posición racionalista.

'La Cenerentola' (© Yasuko Kageyama)

La cenerentola, estrenada en Roma en enero de 1817, es una ópera bisagra en la carrera de Rossini, ya que se sitúa en un punto medio entre su fulgurante debut en 1810 y su retirada prematura en 1829. Pero también lo es por otro motivo más importante: fue su última gran ópera bufa, compuesta tras El barbero de Sevilla –señal, por tanto, del estado de gracia que atravesaba Rossini–, antes de plantearse trabajar definitivamente en un tipo de ópera más dramática. Rossini era la estrella de la música europea y sus estrenos se contaban por triunfos, y llegó a La cenerentola por accidente: Ferreti había adaptado un libreto a partir de dos textos previos –que se habían transformado en óperas exitosas compuestas por Nicolas Isouard y Stefano Pavesi–, y presentó una comedia impecable a la que sólo le faltaba música.

Web Liceu Cenerentola

"¡Idiota! Antes de que acabe el carnaval, todo el mundo se habrá enamorado de ella, antes de que acabe el año la estarán cantando desde Lilibeo hasta Dora, y en dos años gustará en Francia y asombrará a los ingleses. Los empresarios se pelearán por ella y, lo que es más importante, también las prima donnas."
Rossini, en una carta al libretista Ferretti

Los materiales en los que se inspiró ya habían limado las referencias sobrenaturales que estaban en el cuento de Perrault, porque eran producto de la Europa ilustrada, que depositaba su fe en la razón y el sentido común, y rechazaba la superstición. Es más: Ferreti incluso se adelantó a la censura del Vaticano eliminando no sólo las supercherías, sino también los zapatos de cristal, ya que sabía que mostrar un pie femenino en Roma –o incluso un tobillo– habría sido inadmisible en la ópera papal. Este fue el material que recibió Rossini: acostumbrado a trabajar a destajo, en pocas semanas terminó la partitura y La cenerentola estaba lista para su estreno. No fue un éxito rotundo en su primera noche, pero sí conquistó Europa entera pocos meses después.

Cenerentola Liceu.

La acción se sitúa en la casa de una familia de clase alta venida a menos: Don Magnifico es un viudo con dos hijas, Clorinda y Tisbe, y una hijastra, Angelina, a la que llaman Cenerentola y obligan a hacer labores domésticas ingratas. Un día, reciben una visita sorpresa: Alidoro, un sabio ilustrado, ha recomendado al príncipe Don Ramiro que investigue en esa casa llena de mujeres, pues quiere contraer matrimonio y busca la esposa perfecta. 

“Aunque la ópera prescinde del toque mágico del cuento, por ser una obra de la Europa ilustrada, su humor enloquecido compensa toda la pérdida del enfoque sobrenatural”

Don Magnifico se entusiasma ante la posibilidad de casar a una de sus hijas con un hombre tan principal –sería la solución a su ruina–, pero Don Ramiro, que ha disimulado su identidad haciéndose pasar por paje –su lugar lo ocupa Dandini, su criado–, quien repara en Angelina, la única persona que lo trata con afecto y no como a un vulgar siervo.

Cenerentola Liceu

Don Ramino va a celebrar un gran baile e invita a todas las chicas a presentarse, incluida Angelina, pero Clorinda y Tisbe no le permiten que vaya. Con ayuda del sabio Alidoro, que sabe que ella es la mujer perfecta para el príncipe, Angelina encontrará los medios para ir al baile: allí deslumbrará a Don Ramiro, que se enamorará de ella. Pero no conoce su identidad: lo único que tiene para identificarla es un brazalete que ella le entrega antes de volver corriendo a casa al borde de la medianoche, para que su familia no note su ausencia al regresar de la fiesta. Al día siguiente, Don Ramino buscará a la mujer de sus sueños y la encontrará en Angelina: se casarán y serán felices.

En definitiva, aquí está el cuento completo de Cenicienta… pero sin magia. Eso sí, con un humor desbordante, la necesaria moraleja –la bondad siempre tiene premio, y la maldad merece castigo– y una de las mejores músicas jamás compuestas por Rossini en su fase creativa más estrepitosa, veloz y cargada de melodías contagiosas.

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