Sobre la producción

Una reflexión contemporánea sobre el poder y la seducción

Tomando los dos temas principales de la obra de Shakespeare –un drama amoroso entre dos adultos complejos y una historia militar que cambió el mundo–, Adams construye, con la colaboración de la directora de escena Elkhanah Pulitzer, una ópera con lecturas metafóricas que nos habla sobre la sed de poder y la fuerza irracional de las pasiones. La producción de Elkhanah Pulitzer presenta a Cleopatra como una estrella de otro tiempo, una influencer que despierta un turbio espacio emocional de admiración y odio.

Antonio y Cleopatra, la tragedia de 1606 en la que se basa la ópera de John Adams, es una de las más complejas de la obra de William Shakespeare, porque articula dos tramas muy diferentes aunque íntimamente relacionadas: por una parte, está la historia de amor de la pareja protagonista, que termina de manera nefasta, y por otra es un drama político que gira alrededor del nacimiento del imperio romano, con la concentración del poder absoluto en manos del joven Octavio Augusto tras la derrota del general rebelde Marco Antonio y la conquista de Egipto tras la muerte de Cleopatra, la última reina. Es cierto que la historia completa requiere de estos dos argumentos complementarios, pues la muerte de los amantes es consecuencia de una derrota militar y de su incapacidad para consolidar un poder tan grande como su pasión amorosa, pero a lo largo del tiempo, tanto en las artes como en el estudio histórico, siempre se ha tendido a dar un enfoque dominante que eclipsaba al otro: si se explicaba el romance, se obviaba lo mucho que cambió el mundo tras la victoria de Roma; si se ponía el énfasis en la geopolítica, parecía como si la historia de amor fuera un telón de fondo anecdótico. El genio de Shakespeare se advierte, por lo tanto, en el buen equilibrio que consigue entre esas dos circunstancias, y que fue un factor decisivo que atrajo la atención de Adams para trabajar en la ópera, pues también le concede una gran importancia a César, el personaje que representa a Octavio Augusto, y que cierra brillantemente un tortuoso triángulo erótico-militar.

Pero más allá de la riqueza de la acción, había otra circunstancia que a Adams le atrajo de manera poderosa: las correspondencias contemporáneas que podían extraerse de esta historia. Por ejemplo, defiende que el perfil de César se acerca al de un ególatra mesiánico que se cree elegido por un poder superior para mejorar un mundo que no funciona, una personalidad equivalente a la de muchos gurús tecnológicos de Silicon Valley o dictadores con afán imperialista de nuestro tiempo. Mientras tanto, la historia de amor de Antonio y Cleopatra se aleja del cliché romántico para presentar todas las partes oscuras de una relación compleja. Adams apunta que ambos personajes ya eran mayores cuando se enamoraron: él tenía más de 40 años y era un general en el final de su vida militar, mientras que ella había superado los 30 y era madre; no eran adolescentes ingenuos, sino figuras poderosas con personalidades fuertes, moldeadas por el rigor del tiempo. Cleopatra es celosa, rencorosa y ardiente, desea la muerte de Marco Antonio cuando se siente traicionada, pero a la vez mataría por él; Marco Antonio vive con el conflicto entre servir a Roma o abandonarse a una pasión erótica más intensa que la que jamás hubo conocido, y sus dudas también le llevan a la decepción y al engaño. En el arte pictórico, el amor y la sexualidad suelen representarse de manera unidimensional, pero en la vida real son de una complejidad tortuosa que Shakespeare supo representar con fascinante maestría.

Cuando John Adams concluyó la composición de la ópera y comenzó el proceso de trasladarla al directo, tomó una decisión importante en su carrera: por primera vez, no estrenaría su trabajo con Peter Sellars, el director de escena con el que había trabajado durante más de 25 años, y buscó el apoyo de un equipo nuevo liderado por Elkhanah Pulitzer, a quien Adams conocía por su trabajo en la ópera de San Francisco y otros teatros del circuito de Norteamérica. Pulitzer, de hecho, dirigió en 2017 una nueva producción para la ópera de Los Ángeles de Nixon in China, el título con el que John Adams se inició en el género en 1987: si alguien conocía su música y sus ideas de manera suficiente para afrontar un trabajo de esta altura, sin duda era ella. Adams quería trabajar con una mujer, además, para reforzar al personaje de Cleopatra. El proceso fue cuidadoso, y con la ayuda de la dramaturga Lucia Scheckner, se revisaron todos los aspectos teatrales de Antony & Cleopatra, comenzando por el libreto y continuando por la representación escénica que finalmente se consensuó para el estreno de 2022.

En apariencia, la ópera tiene lugar en su verdadero tiempo, alrededor del año 30 a.C., pero en realidad termina pareciéndose a una recreación del mundo antiguo a partir de varias miradas recientes en el arte, tanto el cine como la pintura: Cleopatra viste de manera suntuosa, como aparece en infinidad de cuadros de finales del siglo XIX o en la mítica película de Joseph L. Mankiewicz que protagonizó Elizabeth Taylor, y muchos escenarios aparecen envueltos en una bruma misteriosa propia de las representaciones míticas. A la vez, personajes como César visten como militares de hoy: se consigue, pues, una superposición entre un plano antiguo, misterioso, y otro plano real y feroz.

La idea que recorre la producción se resume en dos ideas. La primera, que los líderes ambiciosos del pasado lejano no son diferentes de los de tiempos recientes: en la producción se relaciona el auge del totalitarismo en Italia y Alemania en los años 30 con la ambición de Octavio Augusto, a partir de imágenes en blanco y negro creadas por Bill Morrison, uno de los grandes realizadores de cine de vanguardia de las últimas décadas. Y la segunda idea es que tanto Antonio como Cleopatra, que se muestran al final del primer acto como dioses ante el pueblo de Egipto, son también una metáfora de nuestra actual cultura de la celebridad: él es un héroe envidiable incluso en su final trágico, y ella una estrella del pop, una influencer de carisma magnético. Así, mezclando la erótica del poder y el poder de la seducción –que son, al fin y al cabo, la misma cosa–, Antony & Cleopatra encuentra su espacio privilegiado en la creación cultural contemporánea.