La ópera de las óperas

Bajo la apariencia de comedia libidinosa, Don Giovanni es sobre todo una reflexión sobre la corrupción moral.

Todo el mundo tiene un título favorito, y en la historia de la ópera, que ocupa ya más de 400 años, resultaría difícil establecer un canon absoluto e inamovible. Pero hay algunos consensos extendidos, y entre ellos encontramos el que sostiene que Don Giovanni está entre los títulos más sublimes del repertorio, y en muchos aspectos podría considerarse la ópera más importante de todos los tiempos. Si una obra maestra no es aquella pieza mejor que las demás -ya sea a nivel estético o técnico-, sino la que sostiene más verdades universales durante más tiempo, la cumbre operística de Mozart responde fielmente a ese criterio. No sólo fue un título revolucionario en su momento, forzando los límites del lenguaje clásico hacia lo que acabaría siendo el romanticismo, sino que en su combinación de melodía y texto es una de las piezas -gracias al libreto de Lorenzo da Ponte- que mejor penetran en las contradicciones y los abismos del alma humana.

Compuesta en 1787 y estrenada en Praga -aunque la partitura se revisó para su siguiente puesta en escena en Viena-, Don Giovanni aborda una variedad tan extensa de temas, todos ellos tan pertinentes hoy como entonces, que su impacto moral es equiparable al de cualquier obra mayor de Shakespeare. Se trata de una revisión de la historia enraizada en la edad media de Don Juan, un libertino desenfrenado que ha perdido la noción de todo orden moral: se sirve del engaño, el crimen, el insulto y el desprecio para satisfacer sus impulsos -en ese sentido, es ya un héroe romántico, rico en ambigüedades, dominado más por el sentimiento que por la razón-, a la vez que sus víctimas, desde su criado Leporello a las damas que intenta seducir en vano, pasando por el Comendador -al que ha asesinado a punta de espada tras intentar violar a su hija, Donna Anna- ofrecen un contrapeso a su maldad en forma de valores firmes, virtudes cristianas y sentido común. Bajo la apariencia de comedia libidinosa -de ahí la denominación de dramma giocoso que se le asignó-, Don Giovanni es también una reflexión sobre la corrupción moral, pues defiende la libertad de tomar decisiones pero advierte de que, tarde o temprano, hay que pagar un precio. En el caso del protagonista, se trata de un castigo ejemplar, una condenación eterna en el infierno, al no querer arrepentirse de ninguno de sus pecados.