Sobre la obra

Venganza, misericordia y engaño: una explosión de emociones

Poco antes de terminar Madama Butterfly, en 1904, Puccini había comenzado a jugar con la idea de componer un proyecto formado por varias óperas individuales unidas por un tema o un ambiente común, algo que no era habitual ni en su tiempo ni en la historia del género. Cuando Il trittico era todavía una vaga reflexión en su cabeza, Puccini se había sentido atraído por la literatura rusa, y pensó que los cuentos de Maksim Gorki podrían servirle para tramar un proyecto diferente, una sucesión en escena de historias breves distintas entre sí. Pero como le ocurría habitualmente, Puccini no terminó de dar el paso, bien porque no encontraba un libreto a su gusto o porque le absorbía otro proyecto. De hecho, no fue hasta 1913 cuando volvió a pensar seriamente en su aventura de una velada formada por tres óperas independientes, tras enamorarse de una obra de teatro francesa –como ya le había pasado con Tosca– titulada La houppelande, y firmada por Didier Gold. A partir de aquel drama ambientado en París –un triángulo amoroso que termina con un asesinato a sangre fría en una barca amarrada en el Sena– surgió Il tabarro, y una vez Puccini tuvo la primera parte de su tríptico, comenzó la búsqueda de las dos siguientes.

Como era habitual en el compositor, los procesos de creación eran largos y espinosos, pues le costaba decidirse por las historias que quería contar y le daba vueltas continuamente a los textos. Su poeta de confianza, Giuseppe Gioacosa, había fallecido en 1906, y Luigi Illica ya no quería trabajar más con Puccini, cansado de atender a sus continuas reclamaciones. Así que tuvo que buscar un nuevo equipo creativo: el libreto de Il tabarro lo escribió el joven Giuseppe Adami –quien más tarde escribiría el texto de Turandot–, y de las otras dos óperas, Suor Angelica y Gianni Schicchi, se encargó Giovacchino Forzano. A partir de 1916 Puccini consiguió trabajar a gran velocidad, y a finales de 1918 todo Il trittico estaba terminado y listo para su estreno en Nueva York en diciembre de ese año. Para el título conjunto Puccini se inspiró en los retablos medievales que explicaban historias religiosas o asuntos morales en tres imágenes unidas entre sí, y para darle unidad a tres partes en el fondo tan diferentes, eligió el tema de la muerte.

En la primera ópera, Il tabarro, la muerte tiene la forma de un asesinato causado por los celos: Michele descubre que uno de sus trabajadores, Luigi, corteja a su esposa, Giorgietta, y lo estrangula. En la segunda pieza, Suor Angelica, se explica la historia de una monja de clausura que se consume de tristeza por no saber nada de su hijo, nacido fuera del matrimonio, que es el motivo de que viva repudiada por su familia. Cuando recibe la noticia de que el niño ha muerto, ella toma la decisión de suicidarse. El final es extrañamente feliz, pues una intervención divina alivia el dolor de la madre. La tercera ópera es la más singular de las tres: Gianni Schicchi es una comedia negra en la que el estafador que da título a la ópera –un personaje tomado del Infierno de Dante– simula ser un rico mercader muerto en la Florencia del siglo XIII para hacerse con una fuerte herencia. Así que, además de la muerte, Gianni Schicchi también trata el tema de la resurrección. Tres grandes joyas puccinianas que, unidas en una sola noche, conforman uno de los más grandes espectáculos operísticos del siglo XX.